Vicente Antonio Díaz Rosario cumplirá el próximo 22 del corriente sus 67 años. Aún luce firme, decidido y valiente, pese a que un bastón ha soportado su cuerpo por más de 4 décadas. Ya no puede valerse por sí mismo. Quién diría que después de luchar hasta quedar minusválido por la Patria, hoy éste constitucionalista mendigaría una pensión que en más de tres ocasiones le han negado.
Visitó El Gobierno de la Tarde en compañía de Martín, su hijo de 22 años. Tomó asiento, suspiró, fijó su mirada al vacío como quien invoca los recuerdos y expresó:
“Yo soy Vicente Díaz Rosario, luchador constitucionalista en la Revolución de Abril de 1965. Me han baleado, inyectado trementina, operado tres veces y torturado. Pero ninguna de esas cosas me han dolido tanto como el rechazo que me ha dado este país, mi país”.
Este hombre, quien vestía una chacavana amarilla, pantalón negro y un bastón que le regalaron en 1968, dijo sentirse “muy dolido” con la nación que lo vio nacer, hace 45 años formó parte del grupo de héroes que lucharon por restaurar la constitucionalidad en el país que hoy, dice, le cierra las puertas.
“En 1970, durante las persecuciones del gobierno de Joaquín Balaguer, a mi y a un grupo de combatientes nos encarcelaron, nos torturaron y, aunque sea difícil creer, nos inyectaron trementina en los brazos y piernas”, cuenta Díaz.
Prosigue, “Desde ese día mi vida nunca fue igual. Pasé 29 años sufriendo en carne viva el calor de ese líquido en mi brazo y pie derecho. En 1999 me operaron y ahora no siento más que dolor en la parte derecha de mi cuerpo, además de problemas renales”.
Según él, ninguna de esas dolencias han sido tan fuerte de enfrentar como la marginalidad a que lo someten. Dijo que políticos le prometen ayuda, pero que no pasan de puras palabras vacías.
“En el 2008 la senadora Cristina Lizardo me recibió y me prometió ayuda, pero no pasó más de ahí. El Partido Revolucionario Dominicano, donde derramé sangre, tampoco me hace caso. Solo me queda el respaldo de mis hijos, quienes tampoco pueden hacer mucho porque somos pobres”, narra el ex combatiente.
Por más fuerte que intentó ser no pudo contener las lágrimas al confesar que su mayor dolor es no poder ayudar a sus hijos por sus discapacidad física, especialmente su vástago más pequeño de 20 años quien nació con Síndrome de Dowm.
“Me siento abandonado, arrinconado, después de tanto luchar por este país... Si yo pudiera trabajar no pediría nada, pero desgraciadamente no puedo valerme por mi mismo”, externó, al tiempo que dijo que en este país “solo se valoran los ladrones de cuello blanco”.
Fue enfático al decir “tu sabes los hombres y mujeres que han dado la vida por este país y andan por ahí dando pena. Es que aquí solo toman en cuenta los ladrones que estafan la nación, los oportunistas de cuello blanco”.
Tiempos de guerra
Su primera herida grave la recibió mientras se acercaba al Palacio Nacional en abril del 1965, cuando uno de los militares que les disparaban logró tumbarlo con un tiro en la espalda. Al percatarse de que el balazo no era mortal, se puso de pie y con más brío acompañó a Francisco Caamaño hasta el puente Duarte.
En 1970, después de ser perseguido y asediado durante 5 años por militares oficialistas, le desgracian la vida al inyectarle trementina. Desde entonces lo único que pude sentir en su brazo y pie derecho es dolor, pero no los puede controlar.
Con la realidad de frente y una esposa que lo esperaba, Vicente regresó a su casa. Formó una familia de 9 hijos, los cuales hoy son los que escuchan y valoran la entereza de su progenitor.
“Me es imposible dormir de noche por los dolores. Aveces tomo calmantes, pero eso no me hace nada”, precisa Díaz, quien aclaró que se siente fuerte de espíritu y valor, pero que con eso no le pude dar de comer a los suyos.
No vaciló ni un instante al decir “aunque esté minusválido, me atrevo tirar una granada. Si es por mi país, pese a que me han dado la espalda, moriré con gusto”.
“Mi patria es mi patria y no la abandono. Mis compromisos son Dios, mi familia y mi país”, afirmó el ex combaatiente, quien aprovechó la oportunidad para axhortarle a los jóvenes luchar por principios, no por políticos.
Vicente Díaz vive en el sector El Caliche de Cristo Rey, en el Distrito Nacional. Lo acompaña su esposa de toda la vida y sus dos hijos más pequeños. “Nunca pensé que después de tanto luchar por sangre, hoy mendigo por comida”.
Terminó su participación exclamando que “aquí costó mucha sangre poder hablar, la libertad de expresión, y eso es algo que los constitucionalistas formamos parte, para que ahora nos rechacen”.